He estado un poco desaparecida esta semana, pero prometo que no ha sido tanto por los estudios como por una inmensa pereza de entrar a blogger, que últimamente no me va muy fino (vaya consueloXD).
Esta, ha sido la semana de los altibajos. Una semana extraña, de muchas risas, de muchos recuerdos, y de muchos llantos. He tenido de todo, pero no me arrepiento... para que haya cosas buenas, siempre tiene que haber malas.
El otro día, vi por fin a Taor, amiga de risas y compañera de tardes de filosofía durante todo el curso pasado. Habíamos quedado desde hacía siglos, y esta vez nada iba a impedirlo. En un principio fue raro... parece mentira como unos meses hacen que la gente de repente, parezca diferente... se nota que ya vamos a la universidad en la forma de vestir! (una tontería como otra cualquiera; pero siempre me ha llamado la atención). Me invitó a un café y una crêpe, y hablamos largo y tendido... de las nuevas cosas y de las antiguas, de la gente que teníamos en común, y de los que ahora van por separado; de las asignaturas y el trabajo.
-Parece mentira que ya estemos aquí, ¿verdad?- le dije.
No nos lo creíamos, porque el curso pasado parecía tan y tan lejos... pero ya estamos en ello, y la verdad es que a mí me cuesta sentirme parte de esto.
Volvimos paseando y riendo, y me devolvió mi libro de Bridget Jones, momento histórico (como dijo ella), mientras su perro (que casi no se acordaba de mí) saltaba impaciente para que le sacáramos a pasear. Y luego, vuelta por las inmediaciones del instituto... todo oscuro, todo vacío... pero, dentro de él, luces...luces amarillentas, y una puerta abierta: la puerta por donde solíamos entrar todas las mañanas, la que daba a aquel pequeño patio que utilizábamos como gimnasio en los días de sol.
-¿Entramos?
-Sí- respondí; y ambas nos asomamos a la puerta. Todo parecía tan oscuro, tan diferente, y tan vacío. Es como si hubieran pasado años.
-¿No te da esto un poco de nostalgia?
Ella había pasado allí seis años; yo sólo dos. Y nunca hubiera pensado que aquel asqueroso donut gigante y metálico fuera a quedarse un poquito en mis recuerdos, y que cuando volviera a verlo de cerca me vendrían ganas de pasear por sus pasillos una vez más. Estaba vacío; sino hubiera entrado a saludar... otro día, hemos quedado que lo haremos.
Ella y yo decidimos quedar enseguida: no vaya a ser que como ahora somos unas personas tan ocupadas, no nos acordemos de que el tiempo pasa...

Pero fueron unas buenas horas, la verdad:)
Los altibajos fueron más subjetivos, más cosa mía que de los demás. Debe ser porque muchas veces me siento fuera de lugar, tan pequeña y tan extraña entre todos... por suerte, allí tampoco estoy sola. Nunca estoy sola... y eso me gusta, porque pensaba que lo estaría:)

Ah! Y me he comprado el Camino de la felicidad, de Jorge Bucay. Le tenía ganas desde que Helenita empezó a enviarme audios de él, y hablamos sobre los cuentos:) Dudaba entre ése y otro de un autor desconocido, pero que tenía buena pinta... pero al final, Bucay ganó. Me gusta ese tío.

Ya decía yo que era demasiado bueno